Piedras, flores aburridas o tormentas

…Martín mira cómo Laura habla sin descanso y siente que se vuelve cada vez más pequeño, más lejano, más perdido en aquella voz que se hace elástica, deforma el sonido, lo estira, lo desarma, lo transforma, lo desviste. Martín no sabe por qué la vida le pasa por el costado del cuerpo y sólo percibe el viento de esa voz, palabras que no entiende, y llora por dentro y por fuera mira la boca que pronuncia palabras que lo acusan. Está sentado en ese banco de plaza que ahora es una cárcel, una duda, algo inasible. Martín es su propio observador, juez, testigo y defensor ausente. Laura lo incita y lo provoca, quiere respuestas que ni ella sabe si existen, juega con las palabras, con voz pausada describe sentimientos y nostalgias, él la mira y no la mira, la pierde, la alcanza, la deja, la llora, le miente… yo no puedo creer que te tomes las cosas así, Martín, estoy hablando de nosotros, de tu vida, de la mía, ¿qué parte de todo esto te parece divertido, por qué me mirás así, de que te reís ahora?… Martín sonríe, un poco por distraído y otro tanto porque no sabe qué hacer, tampoco qué decir y piensa que no debería haberlo hecho, pero no puede controlarlo, no es él quien escucha, está ausente, incómodo se mira las manos, Laura lo molesta, le estorba, él quiere silencio, el mundo quieto, muerto… Martín, por favor te pido, hace una hora que hablo, y vos ni siquiera abriste la boca, quiero saber qué pensás, qué te pasa, no puedo imaginármelo. Si fueses otra clase de tipo… pero sos tan cerrado que no se por dónde empezar. Martín, no podés esperar que las cosas se solucionen solas, si no hacemos un esfuerzo esto es imposible. Por lo menos decime si estás dispuesto a hacer algo, porque si no cuál es el sentido de que te diga todo esto… quería mirar el reloj, ya debía ser tarde y su programa favorito estaba por empezar, pero conocía a Laura y sabía que ella esperaba ese gesto para volver a hablar.. yo no entiendo como podés estar más preocupado por ese programa de mierda que por lo nuestro, pero está bien Martín, si me faltaba algo para saber que esta relación te importa un carajo era esto. Por lo menos podrías tener el respeto de fingir un poco de interés, ¿no?… cerró los ojos, suspiró, y al abrirlos Martín vio una pareja de chicos que se besaban en otro banco, pensó que el amor es al principio un desafío, una duda, una batalla, la remota posibilidad de algo, pero que con el tiempo se vuelve conspirador, devora la paciencia y la vuelve frágil, la esconde… ¿me podés explicar qué es lo que te parece interesante de esos dos pendejos que no dejás de mirarlos?… Martín la miró y quiso decirle lo que pensaba, pero a veces el sólo hecho de creer que algo es inútil te obliga a no hacer nada. Sabía que a Laura no le importaban sus causas, sus problemas, ella vive encerrada en sí misma y sólo sale para verse desde afuera y halagarse… sabés que si me voy no hay vuelta atrás…no era la primera vez que escuchaba la misma combinación de palabras. Otras veces había usado: sabés que cuando digo algo es así y no hay marcha atrás, o: las cosas las digo una sola vez y vos bien sabés de qué te hablo. Pero Martín tenía la certeza de que él no era otra cosa que un capricho más de Laura, un desafío, una remota posibilidad… la verdad que si me faltaba algo para terminar de tenerte lástima era tu silencio. Pero bueno, si no decís nada será que no tenés nada para decir o que sos tan pelotudo que no se te ocurre nada inteligente… se acordó del día que se conocieron en aquella fiesta de fin de año en la empresa donde trabajaba su hermano, y del vestido que Laura llevaba puesto, estaba preciosa, tan distante, tan sola… te estoy hablando, Martín, dejá de hacer bouldeces con las manos y mirame. Me importa un carajo la gente, ahorrate la cara de idiota…pronto él se sintió libre, suelto, con ganas de correr, silbar, sabía lo que quería y comenzó a reír por dentro hasta que no pudo más… ¿ahora qué te parece gracioso? ¿no te das cuenta de que te estoy hablando en serio, idiota? Esto no es un juego para mí… Martín dejó de sentir el viento, el ruido de las hojas de los árboles, las voces de la gente, inclinó la cabeza y la miró fijo… antes de que digas alguna idiotez pensalo bien, porque no tengo ganas de oír más tu romanticismo infantil, así que no me vengas con que yo no entiendo tu forma de querer o que para mi el amor es un trámite, vos sos un infeliz patético que no soporta que le digan las cosas como son… el comentario le pareció acertado y empezaba a disfrutar la situación, volvió a mirarla de frente, como antes, igual que antes, ella era la misma pero él no, comenzó a entender las palabras de su boca, que lo acusaba como antes, como toda la vida que malgastaron juntos. ¿Me vas a decir qué pensás?… no piensa, Martín sólo siente, vive las palabras de ella: piedras, flores aburridas o tormentas que no entiende o no quiere entender… Martín… no le dolió pero algo lo hizo volver en sí, se llevó la mano a la cara y entrecerró los ojos… perdoname… silencio, la miró y sabía lo que necesitaba, una sonrisa distinta le nació desde adentro y escuchó otra vez la voz continua… me hartás Martín, siempre te las arreglás para hacerme llegar a esto…Martín la mira como se mira a una persona a la que no se va a ver nunca más y ella, por fin, hizo silencio.