No siempre es posible mostrarle a los demás cómo vemos las cosas. No siempre los demás están dispuestos a escuchar otra versión de la realidad. No siempre quieren o no siempre pueden
Autor: Sebastian Barrenechea
Dos tristezas por hoja
Un hombre y una mujer caminaban juntos por una cornisa. Como sus padres y los padres de sus padres, él caminaba delante y ella lo seguía. El hombre, al que alguna vez habían llamado Cristófano, pensaba que su deber era guiar a Magdalena. Nunca fueron la pareja perfecta: el dieciocho de agosto Cristófano levantó la voz porque ella no dijo las palabras en el orden que la situación exigía y Magdalena, la semana del catorce de noviembre, le dijo que no estaba segura de quererlo como él se merecía. Pese a los extraños y acaso inaceptables acontecimientos, cuando la situación fue la correcta y el lugar el indicado, Magdalena pronunció las palabras necesarias en el orden acordado y él hizo su parte. El pastor, vestido de riguroso negro, llevaba una flor también negra en el ojal izquierdo de su sotana. Preguntó: ama usted al señor Cristófano, y ella dijo sí con toda la ternura que cabía en su ojos. El pastor la miró con fingido entusiasmo y continuó: ama usted a la señorita Magdalena, y él dijo sí con cierta benevolencia. Se miraron con voluntario descuido y el padre concluyó: con el poder que mi señor me ha concedido, los declaro marido mujer.
La soledad en fa menor
"Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito, porque me destrozaría saber que a pesar de eso no me has buscado." Mario Benedetti.
El silencio de siempre
Iara camina silenciosa debajo de la sombra de lo que bien podrían ser árboles. La espesa niebla que todo lo cubre no le permite ver más allá de sus propios pasos. Algún sonido lejano la distrae y tropieza con lo que cree es una piedra, no muy grande, pero lo suficiente para lastimarle el tobillo. Ahora está en el suelo, la humedad de la tierra le enfría las manos y la vista se le pierde en lo blanco de las nubes. Se esfuerza por fijar un punto en algún lado, una débil referencia que le indique un camino posible, sin embargo entiende que es inútil, no hay nada que se distinga, nada que sobresalga. Se lleva las manos al tobillo y acerca la cara para ver si está lastimado. Apenas un raspón que quizá le duela unas horas y nada más. Decide que lo mejor será levantarse y caminar un poco, quizá llegue al final de la niebla, quizá logre encontrar un lugar más alto para, desde allí, buscar un sitio tranquilo donde pasar la noche. No está segura de la hora, aunque poco importa, porque no sabe adónde ir, pero aún así le molesta no saber cuántas horas de luz le quedan. Entre la niebla se dejan ver algunos rayos de sol pero la sombra de los árboles la confunde todavía más.
Al revés las cosas cambian
Esa mañana todo fue lento. Le costó levantarse. Se duchó sin demasiadas ganas. Tomó algunos mates. En el silencio, la memoria detenida en cada punto donde la mirada se perdía en el tono grisáceo. Buenos Aires, pensó, nada cambia. De pie y frente a una ventana, como hace tantos años, pero ahora sin quererlo, repasó la lista de los detalles que no debía olvidar. Cerró la llave de gas y esto es lo último, dijo con cierta nostalgia y estirando la o en algo parecido a un suspiro sin intención. Manejó en silencio, por respeto tal vez, por no distraer el recuerdo. Los carteles de la ruta cinco que antes le generaban esa ansiedad del que vuelve de visita, ahora apenas le sugerían que faltaban pocos kilómetros.
Teología según Cruz
Estábamos en la terraza de Marta, habían llegado hacía apenas unos minutos y ya teníamos una copa en la mano. Era una noche hermosa, hacía calor y ver las luces de Amaicha desde la altura, hablando con Cruz, era una escena imposible.
Los olvidos del recuerdo
Cuando la vio entrar por esa vieja puerta de madera supo que no volvería a mirar a nadie de esa forma. Caminaba con la vista fija en nada, la rodeaba un silencio de miedo y ni el aire parecía notar su existencia. Pero él la vio como se ven las cosas que no se olvidan. Sintió algo parecido a la nostalgia y entendió que amarla era tan imposible de evitar, como el dolor que sabía que iba a sentir cuando la viera irse sin más motivos que un ruido seco.
Los silencios del amor
Hacía unos meses había intentado escribir acerca del amor que sentí por alguien y todo intento resultó no ser ni la mitad de lo que yo sabía que sentía. Cuando los conocí a Tomi y Luli andaba leyendo a Castaneda y Don Juan le decía que había cosas que no estaban para describir, sino para vivirlas
Cruz y las universidades del mundo
Sebastián, a mi me decían que había que ir a esos lugares porque también hay que vender las obras que uno hace, pero si supieran que yo pinto porque no sé decir de otra forma, no preguntarían las cosas que preguntan, me dijo como explicando su falta de respuestas.
La risa y la vida
El primero de Agosto de cada año, se celebra el día de la Pachamama. Ese día Cruz abre el museo y todo Amaicha se vuelve fiesta. Toman vino, bailan, cantan. Todo es alegría y agradecimiento a esta tierra que tanto nos da y nos protege.