Amaneció tan lento que ya casi era de noche cuando le dijo que la quería. Estaba todo detenido. No había nada fuera de lugar y todavía ella pensó que si no respiraba él quizá fuera cierto. Los dos entendieron sin que ninguno dijera palabras que no hacían falta y hubiera sido hermoso que alguien suspirara por ambos. Pero tampoco había motivos para nada que no fuera mirarse y disfrutar.